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Clara no tiene ningún reparo en contar la historia, aunque sí con hacerlo bajo su nombre real. Su intimidad fue violentada en el momento que varias de las fotografías con las que retrató un momento de intimidad quedaran expuestas en las redes del internet.
“No lo hice sabiendo de las repercusiones que podía tener. Simplemente lo hice porque confiaba en la persona con la que sucedió, pero se salió de las manos”. Así ella comienza a hablar de un momento que ha marcado su vida, para bien y para mal.
El 2012, tras una separación prolongada por aspectos laborales de su pareja, tomó la decisión de enviarle fotos íntimas. “Creo que es algo que puede considerarse normal en una relación que se supone está construida con base en la confianza”, se confiesa. Sin embargo, cuatro años después se vio involucrada en un escándalo que le llevó a tener que dar explicaciones a su familia y su círculo más cercano de amigos.
A mediados de 2016, Clara, sin previo aviso, vio cómo una de esas fotos ya circulaba en la red. La vida daba un giro de 180 grados y había que comenzar a vivir de otra manera. “No era porque estuviera arrepentida de lo que hice, pero sí de que llegaran a las manos que no debían”, recuerda.
“Una de las primeras decisiones que tomé fue reclamarle a la persona a las que se las había enviado, pero me dio mil excusas diciéndome que no había sido él y que había sufrido un robo y que de ahí las habían tomado”, narra, aun con ese tono de incredulidad. Luego añade: “Pero después me fui dando cuenta de que no solo era una, sino que fueron todas. Ponía mi nombre en Google y salían muchas cosas, incluso las fotos. Ahí, de repente, vi que mi intimidad había sido violada en internet. Todos conocían todo de mí, literalmente”.
Para Clara, que no creyó del todo la versión de su ex pareja – quien le mostró incluso un parte policial de robo como evidencia–, decidió acudir al Ministerio Público de Honduras, en la zona conocida como Lomas del Guijarro. Ahí, en la unidad de Delitos contra la Mujer, le fue tomada la denuncia; sin embargo. no existió un acompañamiento hacia la judicialización bajo el argumento de que no es un delito perseguido por esta instancia.
“Me quedé un poco en ‘shock’ porque no era la respuesta que esperaba. Me tomaron la denuncia, me dijeron que podían ayudarme con ello, pero no pasó mucho más porque si quería llevarlo a juicio tenía que ser por mis medios”, sintetizó con tristeza, para después contar que decidió no hacerlo por los costos económicos que significaba y por no tener la certeza de que pudiese haber una salida positiva a su caso.
“Lo único que conseguí es que se borraran las fotos. Logré contactar con una persona que sabía mucho de computadoras y programación, por contactos que tenía en el trabajo, pero hasta ahí, por lo demás no pude hacer más”, recuerda.
Hoy en día, hay muchas personas, cuenta, aun le recuerdan el capítulo. Sin embargo, ella lo toma con tranquilidad. “Antes me desbordaba y me ponía mal. Hoy (no hace mucho) he aprendido a lidiar con el episodio que me ha hecho mucho más fuerte. Mi familia me apoyó, mis amigos han estado ahí y creo que eso es lo principal. No me siento mal por tomarme las fotos, sino porque somos tan débiles y frágiles en todos los aspectos. Solo espero que no le pase a nadie más”, aventura a contar.